En el año 2015 visité el majestuoso sitio arqueológico maya de Ek Balam en el Yucatán.
Ek Balam es un nombre misterioso, pues antiguamente existía la duda sobre su origen ancestral, y la no menos compleja traducción del significado de su nombre. Siendo que en Maya Yucateco la partícula «ek» puede significar tanto «estrella» como referirse al color negro; pero gracias a los avances en la epigrafía maya y al descubrimiento del glifo con el emblema de la villa, puede decirse con certeza que la traducción correcta sería «Estrella Jaguar» (de ek’, «negro»; balam, «jaguar»)
Está localizado a unos 30 km al norte de la ciudad de Valladolid, y a 2 km del poblado maya actual de Ek Balam. A juzgar por el tamaño y calidad de sus construcciones, Ek Balam fue una entidad política de gran riqueza y prosperidad, de aproximadamente 18 mil habitantes en su época de máximo esplendor.
Ya desde sus modestos inicios, hacia el año 300 a. C., hasta la llegada de los españoles, el asentamiento humano en Ek Balam llegó a tener unos 12 km², que incluía un espacio central sagrado de 1 km², donde residía la élite. Esta pequeña zona central estaba franqueada por tres murallas.
En un momento de su historia, el nombre del «reino» parece haber sido «Talol». siendo su gobernante más famoso Ukit Kan Le’k Tok’ En los primeros años del siglo XI, una irrupción extranjera, posiblemente de los itzaes, sometió los centros de poder de Ek Balam y Yaxuná, dando inicio a su declive.
Tras esta introducción al sitio arqueológico maya, quería lanzar una pequeña reflexión sobre sus vistas. Cuando en escalé una de sus famosas pirámides rodeada de la selva del Yucatán; La península de Yucatán es la porción septentrional de Mesoamérica, que divide el golfo de México del mar Caribe en el extremo sureste de América del Norte y la parte norte de América Central, con un territorio de aproximadamente 125 000 km². ¿Os podéis imaginar las dimensiones de este mar verde esmeralda?
Ahora pensar, en la equipación de un soldado español del siglo XVI; coraza y morrión incluídos, atravesando a golpe de machete aquel infierno verde repleto de trampas mortales y todo tipo de animales venenosos; rodeados de enemigos y sin un camino claro que seguir… persiguiendo un incierto objetivo a más de mil trescientos kilómetros de distancia hasta Tenochtitlan. Aquella gesta épica, incomprensible para un ser humano del siglo XXI me inspiró a escribir la novela Lágrimas de Quetzalcóatl. Donde quería plasmar a modo testimonial la gesta de aquellas gentes llegadas de la lejana tierra de Castilla con más corazón y esperanza que oportunidades, pero al final, sí, encontraron su oportunidad.
Hoy que está mal visto hablar de los exploradores y de los conquistadores; en estos tiempos ridículos de ofensa e ignorancia rompemos una lanza (nunca mejor dicho) en favor de la figura de Hernan Cortés y la Conquista de México; cuando hablamos de la conquista, nos referimos al sometimiento del Estado Mexica o azteca, logrado por Cortés en el nombre del rey Carlos I de España y a favor del Imperio español entre 1519 y 1521.
El 13 de agosto de 1521 la ciudad de México cayó en poder de los conquistadores españoles, después de dos años de enconados intentos bélicos, políticos y conspirativos, en los que participaron, junto con los españoles, los pueblos indígenas previamente avasallados por los mexicas, en un afán por rebelarse —aprovechando la alianza con los recién llegados. Este hecho marcó el inicio de la colonización española y el nacimiento del México mestizo. Hecho que nunca hubiera tenido lugar, sin el levantamiento de otras naciones indígenas que apoyaron a Cortes en su increíble gesta; comparable al periplo de Alejandro Magno.
¿Cómo logró Hernán Cortés y 400 españoles derrumbar el gigantesco imperio azteca? El plan de Cortés para vencer a un ejército que le superaba desproporcionadamente en número, por tanto, se cimentó en incorporar a sus huestes soldados locales. Así, junto a los 400 españoles formaban 1.300 guerreros y 1.000 porteadores indios, que se abrieron camino a la fuerza hasta la capital. Con las alianzas del extremeño, se puede decir que la conquista de México se convirtió, de algún modo, en una guerra de liberación de los pueblos mexicanos frente al dominio azteca. Desde luego aquel plan, no fue conseguido sin gran dolor y pérdida; En la llamada Noche Triste, el 30 de junio de 1520, Cortés y sus hombres se vieron obligados a huir desordenadamente de la ciudad, acosados por los aztecas, que les provocaron centenares de bajas. Fue allí donde al pie de un árbol, Hernan Cortés, lloró por su camaradas caídos…
No obstante, pocos días después se libró la batalla de Otumba, donde los españoles dieron cuenta de la superioridad militar de las técnicas europeas e iniciaron el camino hacia su victoria definitiva, tiempo después conquistando Tenochtitlan.
Volviendo a la novela, Lágrimas de Quetzalcóatl: Un tiempo para la pasión, el amor y la guerra y el nacimiento de una raza y de nación; Nos cuenta una historia donde la lujuria, el amor, la pasión y un torrente de emociones, en medio de una de las mayores epopeyas épicas de todos los tiempos, nos son reveladas en la piel de héroes de carne y hueso.
Un altivo Hernán Cortés ansía la oro y la gloría del imperio Azteca y no se detendrá ante nada, para conseguirlo, aunque a veces, el precio por alcanzar los sueños es demasiado alto para un solo hombre. Nos transportamos a un tiempo de leyenda y aventura, descubriéndote el imperio azteca en todo su apogeo, los terribles guerreros jaguar, en el declive de su gran civilización y las venturas y desventuras de los Conquistadores; pendencieros, crueles, pero ante todo valientes; en su lucha desesperada en pos de gloria y fortuna.
Vive la pasión y el amor prohibido entre la princesa Malinche y Cortés y su aventura desde las embriagadoras playas del mar Caribe, pasando por las insondables selvas del Yucatán, hasta alcanzar la gloriosa ciudad Tenochtitlán, gobernada por la soberbia figura del poderoso emperador Moctezuma.