Ana Catalina Emmerick fue una monja canonesa agustina, mística y escritora alemana. Nació en Flamske, una comunidad agraria, actualmente en la diócesis de Münster, en Westfalia, y murió en Dülmen a los 49 años. Fue beatificada por el papa Juan Pablo II el 3 de octubre de 2004. Emmerick es el apellido consignado en Alemania.
La beata Ana Catalina Emmerick nació en Coesfeld, el 8 de septiembre de 1774 y murió en Dülmen, el 9 de febrero de 1824). Desde pequeña decía tener visiones en las que se le aparecía principalmente Jesucristo cediéndole su cruz. Ingresó en un convento de agustinas. Cuando tenía 24 años le empezaron a aparecer heridas sangrantes, estigmas que se hacían visibles periódicamente en Navidad y Año Nuevo. La primera de ellas el 29 de diciembre de 1812.
Ana Catalina Emmerick relataba así las visiones de su infancia: Cuando, hacia la edad de cinco o seis años, yo meditaba sobre el primer artículo del Credo de los Apóstoles, ‘Creo en Dios Padre, Dios Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra’, todo tipo de imágenes que se remitían a la creación del cielo y de la tierra se presentaban a mi alma. Vi la caída de los ángeles, la Creación de la Tierra y del Paraíso, Adán y Eva, y la Caída del Hombre. Creía simplemente que todos veían esto, como otras cosas que nos rodean. Yo hablaba de esto a mis padres, a mis hermanos y hermanas, a mis compañeros de juego, contaba todo esto ingenuamente, hasta el momento en que me di cuenta de que se burlaban de mí, preguntándome si tenía un libro en el cual todo eso estuviera escrito. Así comencé poco a poco a callar estas cosas, pensando, sin mucha reflexión, que era inoportuno hablar de tales temas; no obstante, no me hice ninguna inquietud particular en cuanto a eso.
Cuando se efectuó la segunda investigación eclesiástica en 1819, indujeron al famoso poeta Clemens Brentano, a visitarla; para gran asombro de este, ella le dijo que le había sido señalado por inspiración divina como el hombre que escribiría sus revelaciones y permitiría cumplir con la voluntad de Dios, es decir, escribir para el bien de innumerables almas la revelaciones recibidas por ella.
Desde 1819 hasta la muerte de Ana Catalina en 1824, Brentano registró sus visiones, llenando cuarenta volúmenes con detalladas escenas y pasajes del Nuevo Testamento y la vida de la Virgen María. Los detalles fueron recogidos con gran viveza, ya que mantienen el interés del lector como una escena gráfica que sigue una a la otra en rápida sucesión, como si fuese visible para el ojo humano. Brentano tomó brevemente por escrito los puntos principales, y como ella hablaba el dialecto de Westfalia, inmediatamente el poeta reescribía en alemán estándar. Luego le leía en voz alta y ella le hacía cambios hasta que le daba su completa aprobación.
Después de 1824, Brentano tuvo los escritos preparados para su publicación y en 1833 publicó su primer volumen, La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, de acuerdo a las visiones de Ana Catalina Emmerick. Brentano preparó entonces para su publicación la Vida de la Bienaventurada Virgen María de acuerdo a las visiones de Emmerick, pero él murió en 1842. El libro fue publicado póstumamente en 1852 en Múnich.
El sacerdote católico Karl Schmöger (Schmoeger) editó los manuscritos de Brentano y de 1858 a 1880 publicó los tres volúmenes de La vida pública de Nuestro Señor en que se describen hechos muy detallados de la vida de Jesús, ya que, lo que se lee en los Evangelios en unos minutos puede tomar unas horas en las visiones de Ana Catalina. Hechos destacados de Jesús, como caminar sobre las aguas se habrían repetido, y los mercaderes del Templo de Jerusalén habrían sido echados fuera varias veces. En 1881 en una gran edición ilustrada, Schmöger también escribió una biografía de Ana Catalina en dos volúmenes.
Las visiones de Emmerick se usaron durante el descubrimiento de la casa de la Virgen María en una colina cerca de la ciudad de Éfeso. Ni Emmerick ni Brentano habían ido a Éfeso, y, de hecho, la ciudad aún no se había excavado, pero las visiones que figuran en la obra de la mística se utilizaron durante su descubrimiento. La Santa Sede no ha adoptado ninguna posición oficial sobre la autenticidad de la ubicación, pero en 1896 el papa León XIII visitó el lugar y en 1951 el papa Pío XII declaró la casa como lugar sagrado. El papa Juan XXIII posteriormente hizo la declaración permanente. Pablo VI en 1967, Juan Pablo II en 1979 y Benedicto XVI en 2006 visitaron la casa, considerada ya un santuario.
También tuvo visiones de la Santísima Trinidad en forma de tres esferas concéntricas integradas – la más grande, representada al Padre, la del medio al Hijo, y la más pequeña y más iluminada la del Espíritu Santo.