Bartolomeu Lourenço de Gusmão, nacido en la villa de Santos, en el Brasil colonial, es considerado uno de los primeros visionarios de la aeronáutica. Fue bautizado el 19 de diciembre de 1685 en la iglesia parroquial de Santos por el padre António Correia Peres, tal como consta en el Arquivo da Cúria Metropolitana de São Paulo. Era el cuarto de doce hijos del matrimonio formado por Francisco Lourenço y Maria Álvares. Su hermano Alexandre de Gusmão alcanzaría renombre como diplomático en la corte del rey Juan V de Portugal.
A los quince años, Bartolomeu fue enviado a Portugal, donde cursó estudios en la Universidad de Coímbra. Pronto destacó por su inteligencia y su inclinación hacia las ciencias, en particular la física y las matemáticas. Hacia 1706, con apenas veinte años, ya había concebido una idea revolucionaria: construir una máquina capaz de elevarse en el aire.
La inspiración, según una tradición recogida por diversos cronistas, le habría llegado al observar cómo una pompa de jabón ascendía al pasar sobre una llama. Esta observación simple, pero sugestiva, sembró en su mente la posibilidad de emplear el calor para generar sustentación.
En los primeros años del siglo XVIII, Gusmão dirigió una instancia al rey D. João V de Portugal en la que solicitaba la protección real para su invento. En su memorial, con tono visionario, afirmaba:
«He inventado una máquina por medio de la cual se puede caminar por el aire con mucha más rapidez que por tierra o por mar, pudiendo recorrer hasta doscientas leguas al día, y enviar despachos a los ejércitos y a los países lejanos. Con ella se podrán sacar de las plazas sitiadas a cuantas personas se juzgue conveniente sin que pueda estorbarlo el enemigo, y por medio de ella se podrán explorar también las regiones próximas a los polos.»
El rey concedió el privilegio de patente el 19 de abril de 1709, aunque el proyecto adolecía de falta de detalles técnicos precisos. Aquel mismo año, Bartolomeu solicitó autorización para realizar una demostración ante la corte, que le fue concedida. El evento tuvo lugar el 8 de agosto de 1709, en la Casa de Indias de Lisboa, en presencia del monarca, la reina, miembros del alto clero, diplomáticos extranjeros y la nobleza lusitana. Allí logró elevar un pequeño artefacto de papel, impulsado por aire caliente, unos cuatro metros sobre el suelo. La máquina, a la que bautizó como Passarola, asombró a los presentes.
Se trataba del primer experimento documentado de un globo aerostático propulsado por aire caliente, décadas antes de los célebres vuelos de los hermanos Montgolfier en Francia (1783). No obstante, el aparato de Gusmão no era tripulado, y jamás llegó a construirse una versión funcional a gran escala.
Pese al entusiasmo inicial, pronto llegaron las críticas. El cardenal de Lisboa, que más tarde sería papa Inocencio XIII, advirtió sobre los posibles peligros de incendio. No tardaron en surgir voces que tachaban al inventor de hereje y de estar aliado con el demonio. La Santa Inquisición comenzó a observarlo con sospecha. Ridiculizado y perseguido, Gusmão se vio obligado a abandonar Portugal y refugiarse en España.
En 1724, aquejado de fiebres, fue ingresado en el hospital de la Misericordia de Toledo, donde falleció esa misma noche a la temprana edad de 38 años.
Durante su estancia en Europa (entre 1713 y 1716), también se le atribuye la invención de un ingenioso “sistema de lentes para asar carne al Sol”, que fue registrado en Holanda. Este y otros inventos muestran el carácter inquieto, polifacético y adelantado a su tiempo de este clérigo brasileño.
La figura de Bartolomeu Lourenço de Gusmão ha sido rescatada por la literatura moderna. El Nobel portugués José Saramago lo convierte en personaje central de su novela Memorial del convento (1982), donde la Passarola vuela propulsada por las voluntades humanas recogidas por la mística Blimunda Sietelunas. Así, el sueño de Gusmão encuentra su culminación poética en la ficción, como símbolo del ansia humana por conquistar los cielos.
Hoy, Bartolomeu Lourenço de Gusmão es recordado como un pionero de la aviación, precursor de la era aerostática y ejemplo de la lucha entre la imaginación científica y los límites impuestos por la ignorancia y la superstición de su época.