APARECEN A LA PUERTA DE TU CASA, CERCA DE TU COCHE JUSTO ANTES DE QUE ENTRES O EN UNA CALLE SOLITARIA. NO TIENEN EL CARACTERÍSTICO COLOR BLANCO EN LOS OJOS, SINO QUE ESTOS SON COMPLETAMENTE NEGROS Y LOS TESTIGOS HABLAN DE UNA SENSACIÓN DE TERROR INEXPLICABLE QUE LES HIELA EL ALMA.
ELLOS SON LOS NIONS.
Los Niños de ojos negros (abreviado como Nions) también llamados hijos de ojos negros o chicos de ojos negros son una leyenda urbana paranormal de supuestas criaturas que se asemejan a niños entre las edades de 6 y 16 años, con la piel pálida y los ojos negros, que al parecer hacen autostop y se dedican a la mendicidad, o que se encuentran en los umbrales de las casas y las viviendas. Las historias de los niños de ojos negros han aparecido en la cultura pop desde finales de 1990.Los supuestos orígenes de esta leyenda se hallan en publicaciones escritas de 1998, por el reportero de Texas Brian Bethel en una «lista de correo sobre fantasmas» en relación a presuntos encuentros con «niños de ojos negros» en Abilene, Texas y Portland, Oregon. Como ejemplos clásicos de leyendas urbanas llamados creepypasta, las historias de Bethel ganaron tanta popularidad que él creo y publicó un FAQ, que seria usado para mantenerse al día con la demanda de más información sobre la nueva leyenda urbana.
En 2012, Brian Bethel contó su historia sobre la realidad en la serie de televisión Monstruos y Misterios en América (en ingles Monsters and Mysteries in America). Él escribió un artículo de seguimiento para el reportero de noticias de Abilene, describiendo su experiencia.En 2012, la película de terror de los niños de ojos Negros fue empezada a producirse con una campaña de financiación en Kickstarter, su director comento que los niños de ojos negros eran «una leyenda urbana que ha estado flotando alrededor del Internet desde hace años -«yo siempre pensé que era algo fascinante»- comenta el director. En un episodio de 2013 del MSN Weekly Strange se presentaron informes de niños de ojos negros que se cree han ayudado a difundir la leyenda por Internet. Durante una semana en septiembre de 2014, el tabloide británico Daily Star público tres historias de primera plana sobre supuestos avistamientos de los niños de ojos negros, conectados a la venta de un bar frecuentado supuestamente en Staffordshire. En el documento se reivindica un «aumento en los avistamientos directos en todo el mundo». Los Presuntos avistamientos son tomados en serio por los cazadores de fantasmas, algunos de los cuales creen que los niños de ojos negros sean en realidad extraterrestres, vampiros o fantasmas.
De acuerdo con el escritor de ciencia Sharon A. Hill, la leyenda de los niños de ojos negros se asemeja a historias espeluznantes del folklore típico en el mismo reino como los fantasmas perros negros, apariciones, y misteriosos monstruos. «Ellos no son sobrenaturales, no pueden ni siquiera mencionar un encuentro real. Eso no impide que la gente continué, viéndolos, temerlos y transmitir el último cuento de terror «, comenta el escritor.
EL CASO DE BRIAN BETHEL, 16 DE ENERO DE 1998
“Era de noche, recordé que adeudaba la cuota mensual de Internet y para evitar un indeseado corte, decidí ir al centro comercial donde la empresa tenía un buzón para pagos fuera del horario comercial. Al lado de la antigua sede de Camalott Communications, en Abiline, se hallaba un cine, que en ese momento proyecta Mortal Kombat, así que estacioné frente a la marquesina para aprovechar la luz y escribir el cheque, cuando de repente alguien golpeó la ventana del acompañante.
Volteé la cabeza y vi que había dos niños observándome. Era difícil determinar su edad exacta, pero tendrían entre 10 y 14 años. Pensé que me iban a pedir unas monedas e inesperadamente sentí pánico. (…) Fue algo indescriptible que nació desde lo más interno y primitivo de mi ser.El chico más alto sonrió y eso me heló aún más la sangre. Sabía que algo no estaba bien, pero no sabía qué era. Por inercia bajé el cristal y pregunté qué necesitaban. El chico sonrió aún más y pude ver que sus dientes era muy, muy blancos. ‘Hola, señor, tenemos un problema’, respondió, mientras el otro chico permanecía mirándome fijo, en silencio. La voz era la de un joven, pero su dicción era calma, tal vez muy aplomada para su edad. Sentí ganas de irme, pero no puede evitar seguir oyéndolo. ‘Verá, mi amigo y yo queríamos ver la película, pero olvidamos nuestro dinero’, continuó. ‘Necesitamos ir a nuestra casa por él. ¿Nos llevaría?’‘…Uh, bueno…’, fue lo mejor que pude decir. Aquí es donde la historia se vuelve más rara porque su compañero silencioso lo miró con una mezcla de confusión y culpa en el rostro. Parecía algo sorprendido porque no abrí la puerta de inmediato. El hablante me miró algo perturbado, como si supiera que estaba buscándoles algo raro. ‘Vamos, señor…’, dijo de nuevo, suave como la seda.‘(…)¿Qué película quieren ver?’ pregunté finalmente. ‘Mortal Kombat, por supuesto’, contestó.‘Claro’, respondí y miré rápidamente la marquesina y el reloj en mi auto. La película había empezado una hora atrás y era la última función de la noche. Me interrumpió y dijo: ‘Vamos, señor… déjenos entrar. No podemos entrar hasta que nos deje (…). Solo déjenos entrar y nos iremos antes de que lo sepa. Iremos a la casa de nuestra madre’.Me di cuenta de que mi mano estaba en la manija de la puerta, casi por abrirla, cuando la retiré de manera violenta por algo, por algo que me obligó a no mirar a los niños. Y cuando los miré nuevamente, cuando mi mente volvió en sí, vi por primera vez sus ojos. Eran negros como el carbón. Sin pupila y sin iris. Sólo dos orbes negros que reflejaban la luz roja y blanca de la marquesina.El joven silencioso tenía una expresión de horror que parecía indicar dos cosas: ocurrió lo imposible y se dio cuenta. El mayor aparentó furia y reiteró: ‘Vamos, señor. No lo lastimaremos. Tiene que dejarnos entrar. No tenemos armas…’.Esto me asustó a más no poder. Con ese tono prácticamente estaba diciéndome ¿No necesitamos un arma’. Elevó la voz y con palabras que mezclaban enojo y pánico dijo por última vez: ‘¡No podemos entrar si no nos… da… permiso!’. Ya tenía la mano sobre la palanca de cambio y arranqué en reversa a toda velocidad. Cuando volteé para verlos bien. Habían desaparecido.
En todos los años venideros, Bethel no volvió a vivir un hecho así y es al día de hoy que sostiene esta historia.