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La Pequeña Edad de Hielo en el Renacimiento

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La Pequeña Glaciación o Pequeña Edad de Hielo (PEH) fue un período frío que abarcó desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del XIX. Puso fin a una era extraordinariamente calurosa llamada óptimo climático medieval (siglo X al XIV). Hubo tres mínimos: uno en 1650, otro alrededor de 1770 y el último en 1850.​ Inicialmente se pensó que era un fenómeno global, pero posteriormente se desechó esa idea. Bradley y Jones (1993), Hughes y Díaz (1994) y Crowley y Lowery (2000), describen la Pequeña Edad de Hielo como «una época donde el hemisferio norte tuvo un modesto enfriamiento de menos de 1 °C». La NASA define el término Pequeña Edad del Hielo como un periodo frío entre 1550 y 1850 con tres periodos particularmente fríos: uno comenzando en 1650 (Mínimo de Maunder 1645-1715), otro en 1770 y el último en 1850, cada uno separado por intervalos de ligero calentamiento;​ y, según Martín y Olcina, señalan en España cuatro períodos de sucesos catastróficos (mitad del siglo XV, 1570-1610, 1769-1800 y 1820-1860).

En el Atlántico Norte, los sedimentos acumulados desde el fin de la última glaciación, hace aproximadamente 12 000 años, muestran aumentos regulares en la cantidad de granos sedimentarios depositados, procedentes de los icebergs que se han fundido en el océano, los cuales indican una serie de periodos fríos (1–2 °C) que se repiten cada 1500 años aproximadamente.

El más reciente de estos períodos helados fue la Pequeña Edad de Hielo. Estos mismos períodos fríos se han descubierto en sedimentos existentes en África, pero los periodos fríos parecen ser más grandes, oscilando entre 3 y 8 °C.

Alrededor de 1850, el clima del mundo empezó a calentarse de nuevo y puede decirse que la Pequeña Edad de Hielo se acabó en ese momento.

Las causas

Los científicos han identificado dos causas de la Pequeña Edad de Hielo fuera de los sistemas de interacción océano-atmósfera: una disminución de la actividad solar y un aumento de la actividad volcánica. También se investigan otras influencias, como la variabilidad natural del clima y la influencia humana. También se ha especulado que la despoblación de Eurasia durante la peste negra y la disminución resultante del rendimiento agrícola pudieran haber prolongado la Pequeña Edad de Hielo.

La actividad solar

Durante el período 1645–1715, en mitad de la Pequeña Edad de Hielo, la actividad solar reflejada en las manchas solares era sumamente baja, con algunos años en que no había ninguna mancha solar. Este período de baja actividad de la mancha solar es conocido como el Mínimo de Maunder. El eslabón preciso entre la baja actividad de las manchas solares y las frías temperaturas no se ha establecido, pero la coincidencia del Mínimo de Maunder con el periodo más profundo de la Pequeña Edad de Hielo sugiere que hay una conexión.​ Otros indicadores de la baja actividad solar durante este período son los niveles de carbono-14 y berilio 10.

La actividad volcánica

A lo largo de la Pequeña Edad de Hielo, el mundo experimentó también una actividad volcánica elevada. Cuando un volcán entra en erupción, sus cenizas alcanzan la parte alta de la atmósfera y se pueden extender hasta cubrir la tierra entera. Estas nubes de ceniza hacen que no llegue la radiación solar entrante, llevando a una disminución de la temperatura a nivel mundial. Pueden durar hasta dos años después de una erupción. Asimismo, se emitió durante las erupciones azufre en forma de gas SO2. Cuando este gas alcanza la estratosfera, se convierte en partículas de ácido sulfúrico que reflejan los rayos del sol, reduciendo la cantidad de radiación que alcanza la superficie de la tierra. En 1815 la erupción de Tambora en Indonesia cubrió la atmósfera de cenizas; el año siguiente, 1816, fue conocido como el año sin verano, cuando hubo hielo y nieves en junio y julio en Nueva Inglaterra y el norte de Europa.

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