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Isaac Peral, el héroe español, inventor del submarino y traicionado por los comprados de la masonería anglosajona

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Isaac Peral y Caballero (Cartagena, 1 de junio de 1851 – Berlín, 22 de mayo de 1895) fue un visionario científico, destacado marino y militar español, cuyo genio inventivo lo llevó a concebir el primer submarino torpedero de la historia, conocido popularmente como el «submarino Peral». Su vida estuvo marcada tanto por sus notables aportaciones al mundo de la ingeniería y la navegación como por las controversias y los intereses ocultos que frenaron el desarrollo de su proyecto, elementos que hoy se reconocen como parte fundamental de su trágico destino.

Vida y Trayectoria

Desde joven, Peral destacó por su espíritu innovador y su interés por las ciencias aplicadas a la navegación. Su carrera en la Armada Española lo llevó a participar en importantes conflictos, como la guerra de los Diez Años en Cuba y la Tercera Guerra Carlista, donde su desempeño le valió felicitaciones y condecoraciones. Además, sus inquietudes científicas se reflejaron en trabajos de carácter teórico-práctico, como su «tratado sobre huracanes» y en el levantamiento de planos del canal de Simanalés en Filipinas. En 1883, asumió la cátedra de Física-Matemática en la Escuela de Ampliación de Estudios de la Armada, reafirmando su compromiso con la innovación y el progreso técnico.

El Submarino Peral: Una Revolución en la Ingeniería Naval

El proyecto del submarino torpedero representó el culmen de años de estudio y experimentación. Tras la crisis de las Carolinas en 1885, Peral se sintió en la obligación de demostrar a sus superiores que había resuelto el desafío de la navegación submarina. El proyecto fue analizado rigurosamente por los más cualificados científicos de la Escuela de Ampliación, quienes aprobaron su traslado al ministro de Marina, Manuel de la Pezuela, en un ambiente de entusiasmo y expectación. Con el beneplácito y el apoyo inicial de la reina regente María Cristina, el submarino fue botado el 8 de septiembre de 1888.

El buque, que medía 22 metros de eslora, 2,76 metros de puntal y 2,87 metros de manga, tenía un desplazamiento de 77 toneladas en superficie y 85 toneladas en inmersión. Su innovador sistema de propulsión se basaba en dos motores eléctricos de 30 caballos de fuerza cada uno, alimentados por una batería compuesta por 613 elementos. La embarcación incorporaba un tubo lanzatorpedos, tres torpedos, un periscopio y un sofisticado «aparato de profundidades», que permitía al comandante mantener la cota y el trimado del buque incluso tras el lanzamiento de sus armas. Las pruebas, realizadas a lo largo de 1889 y 1890, demostraron que el submarino era capaz de navegar de forma autónoma en inmersión, mantener rumbo y cota predefinida en mar abierto, e incluso atacar sin ser detectado.

Obstáculos, Sabotajes y la Influencia de Intereses Ocultos

A pesar del éxito técnico y de las prometedoras pruebas de campo, el innovador proyecto de Peral no logró trascender en el contexto institucional de la época. Diversos factores políticos y económicos, junto con una serie de oscuros intereses, frenaron su aplicación. Javier Sanmateo, quien tuvo el privilegio de conocer detalles íntimos de la vida del inventor a través de su abuelo, relata cómo se gestó un complot que se remonta al espionaje británico y norteamericano. La figura de Basil Zaharoff, un pérfido espía, empresario y traficante de armas –quien llegó a ser el hombre más rico e influyente del mundo– se alzó como el nexo entre estos intereses opuestos a la innovación submarina.

Las estrategias desplegadas por Zaharoff y sus colaboradores incluyeron sabotajes, boicots, sobornos y tráfico de influencias, contando además con la ayuda de agentes del espionaje norteamericano y de ciertos masones con peso político en el momento. Los imperios británico y estadounidense veían en la potencial capacidad de España para desplegar submarinos torpederos una amenaza directa a sus planes imperialistas en el Caribe (especialmente en Cuba y Puerto Rico) y en Asia (Filipinas), así como a la hegemonía naval británica.

La Trágica Decadencia y el Legado de un Visionario

La desidia y hostilidad de las autoridades posteriores –encarnadas en figuras como Beránger y Rodríguez Arias– llevaron a que, pese al éxito de las pruebas, se impulsara una campaña de desprestigio contra Peral. Esta situación lo obligó a solicitar la baja en la Armada, tratando de dejar en claro la verdad sobre su invención a la opinión pública, incluso a costa de enfrentar la censura. El 5 de noviembre de 1891, se licencia del servicio, y aunque logra publicar su manifiesto en el periódico satírico El Matute, sus esfuerzos se vieron ensombrecidos por los múltiples obstáculos institucionales.

Tras su retiro, Peral se dedicó a la vida civil y fundó varias empresas relacionadas con el aprovechamiento de la energía eléctrica, entre ellas la Compañía Termoeléctrica de Manzanares en Ciudad Real, estableciendo un precedente en la aplicación de la tecnología eléctrica en el sector industrial. Sin embargo, la vida le reservó un triste desenlace: tras ser operado de cáncer en Madrid, se trasladó a Berlín el 4 de mayo de 1895 para continuar con un tratamiento. Un descuido en las curas derivó en una meningitis, que le costó la vida el 22 de mayo de ese mismo año.

El legado de Isaac Peral se consolidó póstumamente, y el 11 de noviembre de 1911, sus restos fueron trasladados desde el cementerio de La Almudena en Madrid al de Los Remedios en Cartagena, su ciudad natal, como reconocimiento tardío a su genialidad y contribución a la ingeniería naval.

La vida de un Caballero

La vida de Isaac Peral y Caballero es un testimonio del ingenio y la innovación, pero también de la lucha contra intereses políticos y económicos que, en ocasiones, han impedido el progreso científico. Su invención no solo marcó un hito en la historia de la navegación, sino que además anticipó el futuro de la guerra submarina, una tecnología que transformaría las estrategias navales a nivel global. La figura de Peral sigue siendo hoy objeto de estudio y admiración, recordándonos que la innovación a menudo debe enfrentarse a poderosos obstáculos, pero que su legado perdura en cada avance tecnológico y militar que hoy disfrutamos.

En definitiva, Isaac Peral no fue solo un inventor adelantado a su tiempo, sino también un mártir de la ciencia y la innovación, cuya vida y obra invitan a repensar la relación entre el talento individual y los intereses geopolíticos que pueden, incluso, ocultar las contribuciones más brillantes al progreso de la humanidad.

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