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Isaac Peral, el héroe español, inventor del submarino y traicionado por los comprados de la masonería anglosajona

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Isaac Peral y Caballero (Cartagena, 1 de junio de 1851-Berlín, 22 de mayo de 1895) fue un científico, marino y militar español, teniente de navío de la Armada e inventor del primer submarino torpedero, conocido como el submarino Peral.»

Javier Sanmateo conoce de primera mano, gracias a que convivió con su abuelo, el único hijo del inventor que llegó a provecta edad, muchos detalles íntimos de la vida del mismo. Rastrea el origen del complot que se remonta al espionaje británico y el norteamericano, centrándose en la turbia influencia del hombre clave para ambos intereses, que coincidía con los suyos personales: la figura del pérfido Basil Zaharoff, espía, empresario y traficante de armas de origen desconocido, pero que llegó a ser el hombre más rico e influyente del mundo.

Sanmateo enumera las estrategias del negociante para impedir el éxito de Peral, desde sabotajes y boicots a sobornos y tráfico de influencias, ayudado por agentes del espionaje norteamericano y por las actividades encubiertas de ciertos masones con peso político en el momento. Los norteamericanos y británicos veían como una amenaza que España tuviera submarinos torpederos porque podía perjudicar los planes imperialistas estadounidenses sobre el Caribe (Cuba y Puerto Rico) y las Filipinas además de obstaculizar la hegemonía naval británica.
Tuvo una intensa carrera en la Armada Española, interviniendo en la guerra de los Diez Años en Cuba y en la Tercera Guerra Carlista, por lo que fue felicitado y condecorado. También destacó en trabajos y misiones de carácter científico: escribió un «tratado teórico práctico sobre huracanes», trabajó en el levantamiento de los planos del canal de Simanalés (Filipinas) y en 1883 se hizo cargo de la cátedra de Física-Matemática de la Escuela de Ampliación de Estudios de la Armada.

Tras la crisis de las Carolinas en 1885, Isaac Peral se consideró en la obligación de comunicar a sus superiores que había resuelto definitivamente el reto de la navegación submarina. Tras un riguroso análisis de su proyecto por los más cualificados científicos de la Escuela de Ampliación, éstos dieron su aprobación para que fuese trasladado al ministro de Marina, Manuel de la Pezuela, quien recibió el proyecto con caluroso entusiasmo. Por desgracia, los ministros que le sucedieron demostraron indiferencia o abierta hostilidad –Beránger y Rodríguez Arias–.

Gracias al apoyo de la reina regente María Cristina, el submarino fue finalmente botado en 1888. Sin embargo, a pesar del éxito de las pruebas de la nave, las autoridades del momento desecharon el invento y alentaron una campaña de desprestigio contra el inventor, al cual no le quedó más remedio que solicitar la baja en la Marina e intentar aclarar a la opinión pública la verdad de lo sucedido. Finalmente, el inventor falleció a causa de un cáncer de piel en 1895.

Pese a todo[Aclaración requerida] y gracias al apoyo de la reina regente María Cristina, el submarino fue finalmente botado el 8 de septiembre de 1888. El buque medía 22 m de eslora, 2,76 m de puntal, 2,87 m de manga y desplazaba 77 tn en superficie y 85 tn en inmersión. La propulsión se obtenía de dos motores eléctricos de 30 caballos cada uno; la energía la suministraba una batería de 613 elementos. Incorporaba además un tubo lanzatorpedos, tres torpedos, periscopio, un sofisticado «aparato de profundidades», que permitía al submarino navegar en inmersión a la cota de profundidad deseada por su comandante y mantener el trimado del buque en todo momento, incluso tras el lanzamiento de los torpedos. Y todos los mecanismos necesarios para navegar en inmersión hacia el rumbo prefijado.

Una España convulsionada

Las pruebas oficiales del submarino se desarrollaron a lo largo de 1889 y 1890. Conviene resaltar que no se le concedió permiso para efectuar la prueba clave y más elocuente que había solicitado el propio inventor: atravesar sumergido el estrecho de Gibraltar, desde Algeciras hasta Ceuta. A pesar de lo cual, demostró en las pruebas que se verificaron que podía navegar en inmersión a la voluntad de su comandante, con el destino, rumbo y cota predefinidas y en mar abierto. Además, demostró que podía atacar, sin ser visto, a cualquier buque de superficie. La Comisión Técnica nombrada al efecto avaló el éxito de las pruebas del primer submarino de la historia. Sin embargo, oscuros intereses nunca aclarados motivaron que las autoridades del momento desecharan el invento y alentaran una campaña de desprestigio contra el inventor, al cual no le quedó más remedio que solicitar la baja en la Marina e intentar aclarar a la opinión pública la verdad de lo sucedido. Esto tras su fallecimiento dejaría a su familia en difícil situación económica.

El 5 de noviembre de 1891 se licencia del servicio y es operado de cáncer en Madrid, pero se le impide publicar su manifiesto en ningún medio de comunicación. Finalmente, consiguió publicarlo, contándole de su bolsillo, en el periódico satírico El Matute.

Dedicado a la vida civil, consiguió fundar varias empresas con éxito, relacionadas con su especialidad: el aprovechamiento de la energía eléctrica. Ejemplo de estas fue la Compañía Termoeléctrica de Manzanares (Ciudad Real), fundada junto al marqués de Salinas.

El 4 de mayo de 1895, Peral se traslada a Berlín para ser operado de cáncer, pero un descuido en las curas le producen una meningitis que acaba con su vida el 22 de mayo. El 11 de noviembre de 1911, sus restos mortales son trasladados desde el cementerio de La Almudena de Madrid al cementerio de Los Remedios de Cartagena, su ciudad natal.

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