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Comunismo, Revolución Cultural China; Los crímenes que nunca fueron juzgados

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El 16 de mayo de 1966, comenzó en China la llamada Gran Revolución Cultural Proletaria, un movimiento socio-político que condujo al país a una década de caos y agitación.

El movimiento, lanzado por el entonces presidente del Partido Comunista, Mao Zedong, fue una campaña que tenía como objetivo eliminar a sus rivales.

Mao instó a la juventud china a «purgar» a la sociedad: a preservar «la verdadera» ideología comunista en el país, «deshaciéndose de los restos del capitalismo y los elementos traGenodicionales de la sociedad china«.

La Gran Revolución Cultural Proletaria  fue una campaña de masas en la República Popular China organizada por el líder del Partido Comunista de China Mao Zedong de 1966 a 1976 y dirigida contra altos cargos del partido e intelectuales a los que Mao y sus seguidores acusaron de traicionar los ideales revolucionarios, al ser, según sus propias palabras, partidarios del camino capitalista. Su principal fin, a ojos de sus partidarios, fue el de paliar el llamado divorcio entre las masas y el partido​ que se estaba produciendo en la República Popular China.

Con esta denominación, tan buenista como poco ajustada a la realidad, se denomina al periodo que supone la segunda oleada de asesinatos en masa que se produjeron en la China comunista. La primera, tras el triunfo de la revolución comunista contra los nacionalistas chinos de Chiang Kai-shek, costó la friolera de 45 millones de muertos,entre víctimas directas de la represión y las grandes hambrunas provocadas en las zonas agrícolas por la incautación de la producción.

El Genocidio y el Silencio

Mao, apoyado por un sector dirigente del Partido (Banda de los Cuatro), utilizó una gigantesca movilización estudiantil (Guardias rojos)​ para desacreditar al ala derecha, procapitalista (encabezada por Liu Shaoqi, Peng Zhen y Deng Xiaoping), dentro del aparato del Partido Comunista Chino. Esta recorrió todo el país, afectando también a las zonas rurales, terminó por extenderse a la clase obrera y, finalmente, a los soldados del Ejército Popular, convirtiéndose en un cuestionamiento generalizado contra las autoridades del Partido, que amenazaba con escapársele de las manos. Este proceso dio lugar a la formación de Comités Populares de obreros, soldados y cuadros del partido​ por cerca de la mitad del país​ los cuales funcionaban como órganos de doble poder popular en las distintas tareas de administración y gobierno;​ situación que Mao logró encauzar, situándolos bajo la dirección del Partido.​ Esta situación duró hasta 1976, momento en que un golpe de Estado militar encabezado por Deng Xiaoping, con una dura represión, restauró en el poder a la facción encabezada por él mismo, procediéndose al arresto de la Banda de los Cuatro y la vuelta al statu quo, emprendiendo los cambios en la economía que, bajo el nombre de socialismo con características de mercado, iniciarían la vuelta a la economía de mercado capitalista.

Pero la Revolución Cultural, que es la respuesta de los sectores más radicales frente al Gran Salto Adelante, vino a imponer a sangre y fuego la ortodoxia comunista. La joven guardia roja, alentada por Mao, consideraba que el mundo de la cultura y los intelectuales no se ajustaban a lo que debería ser la cultura proletaria. Empezaron, para corregir esa cuestión, una campaña de acoso, asesinato y violencia contra profesores de todos los niveles educativos y contra alumnos universitarios.

Más de un millón de asesinatos en los dos primeros meses, además de otro tanto hasta que ante los excesos de los jóvenes guardias rojos, el mismo Mao envió al Ejército para frenar los crímenes. Hasta ese momento, los asesinatos, las torturas, los escarnios públicos,… son continuos. Muchas de las víctimas mueren como consecuencia de las palizas que dan los fanáticos comunistas enviados por Mao para recuperar el espíritu de la cultura proletaria. El daño causado a la cultura china fue inmenso: templos budistas destruidos, manuscritos quemados en hogueras públicas, llegaron a destruir una sección de la Gran Muralla. Además se impone el modelo de vida y la moda comunista: se prohíbe plantar flores, se rapa el pelo a los hombres y se prohíbe las coletas tradicionales a las mujeres, se prohíbe el uso de tacones y la ropa ajustada y se llega a detener a la gente en la calle por no saberse citas textuales de Mao. Entre las prácticas más macabras de esta etapa se producen hechos que solamente son comprensibles en unas mentalidades perturbadas por el culto a la personalidad del líder, de Mao. Es conocido el episodio de canibalismo de Wuxuan, del que todavía está prohibido hablar en China por la vergüenza que provoca en los herederos políticos del comunismo.

En esa zona rural de la provincia de Guangxi, se extraían algunas vísceras de las víctimas de los guardias rojos, al igual que sus genitales, y eran cocinados para que los “fieles comunistas” los comieran como prueba de su sumisión al comunismo. El Gobierno chino abrió una investigación sobre estos hechos a principios de los años ochenta y el informe reconocía 38 casos de canibalismo.  Uno de los pocos testigos de aquellos hechos, que pertenecía por aquel entonces a la guardia roja, declaró a la agencia AFP a finales de los años ochenta que “Los asesinatos eran espantosos, peor que los de las bestias. Durante esta década catastrófica, Guangxi fue el marco de una crueldad y de un salvajismo indignante (…) Personas fueron decapitadas, golpeadas hasta la muerte, enterradas vivas, lapidadas, ahogadas, hervidas, masacradas en grupo, vaciadas de sus entrañas, detonadas con dinamita. Se utilizaron todos los métodos”.

La Banda de los Cuatro

La muerte de Lin Biao dejaba de nuevo vacíos de poder en el Partido, lo cual llevó a la convocatoria de un nuevo congreso: el X Congreso Nacional del Partido Comunista de China. Durante este congreso, celebrado del 24 al 28 de agosto de 1973, se condenó la traición de Lin Biao y se produjo el ascenso en la jerarquía de quienes protagonizarían la siguiente lucha por el poder: la esposa de Mao, Jiang Qing, y sus más cercanos colaboradores, Yao Wenyuan y Zhang Chunqiao, que habían dirigido la Revolución Cultural desde Shanghái, y un joven casi desconocido, Wang Hongwen, que pasaba a ocupar una de las vicepresidencias del partido, tras Mao y Zhou Enlai. Estos cuatro dirigentes, encabezados por Jiang Qing, serían más adelante conocidos despectivamente como la Banda de los Cuatro.

A pesar del poder que los cuatro habían acumulado, la muerte de Mao el 9 de septiembre de 1976 dejaba la autoridad máxima en las manos de Hua Guofeng, el sucesor nombrado por Mao poco antes de morir.

Consciente de que una lucha por el poder con Jiang Qing y sus seguidores iba a ser inevitable, Hua Guofeng aprovechó su autoridad para ordenar el arresto de los cuatro. Juzgados y condenados, y convertidos en el chivo expiatorio de todos los males de la Revolución Cultural, la caída de la Banda de los Cuatro marcaba el final de una década de fervor revolucionario y de luchas por el poder que afectaron profundamente a la sociedad china del momento.

El regreso a una cierta normalidad no le serviría, sin embargo, a Hua Guofeng para afianzar su autoridad. Tras una nueva lucha por el poder, Deng Xiaoping, una de las víctimas principales de la Revolución Cultural, acabaría convirtiéndose, a partir de diciembre de 1978, en el nuevo líder máximo del país. Los acontecimientos de los años de la Revolución Cultural serían revaluados en 1981. La memoria de Liu Shaoqi fue rehabilitada de manera póstuma y la Revolución Cultural fue considerada por el partido como la «década catastrófica».

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