LAS GUERRAS CELTIBÉRICAS A LOS ENFRENTAMIENTOS BÉLICOS PRODUCIDOS A LO LARGO DE LOS SIGLOS III Y II A. C. ENTRE LA REPÚBLICA ROMANA Y LOS DISTINTOS PUEBLOS CELTÍBEROS QUE HABITABAN EN LA ZONA MEDIA DEL EBRO Y LA MESETA SUPERIOR. ESTOS ENFRENTAMIENTOS TUVIERON UNA EXTENSIÓN TEMPORAL MUY DESIGUAL EN LA DURACIÓN, CON DIVERSAS TREGUAS, PACTOS, ASEDIOS Y BATALLAS.
VIRIATHUS
Las citas sobre los celtíberos, de los autores clásicos, suelen hacer referencias concretas a la belicosidad de estos pueblos, conocidos por los romanos como mercenarios de los cartagineses, desde la segunda guerra púnica. Cuando los romanos desembarcan en Ampurias en el 218 a. C., su pretensión era cortar la fuente de suministros, tanto materiales como humanos, que desde la península Ibérica abastecía al ejército de Aníbal. Sin embargo, tras la expulsión de los cartagineses, decidieron quedarse en Iberia, ocupando el Levante y Andalucía, las zonas más ricas y desarrolladas de Iberia. Ya desde la rebelión de los pueblos íberos, en el 195 a. C., los celtíberos habían sido mercenarios de los turdetanos, vencidos por el cónsul Catón, que regresó a sus bases en Tarraco atravesando, por primera vez, la Celtiberia y organizando la explotación sistemática de las provincias de Hispania.
Viriato o Viriathus en latín, tal como fue recogido en las fuentes romanas— (asesinado en el 139 a. C.) fue un líder de la tribu de los lusitanos, que hizo frente a la expansión de Roma en Hispania a mediados del siglo II a. C. en el territorio suroccidental de la península ibérica, dentro de las llamadas guerras lusitanas. Su posición al frente de los lusitanos tenía al parecer una naturaleza electiva, es decir, no era hereditaria, sino que se debía a los éxitos militares del caudillo. El nombre de Viriato deriva de la palabra céltica «viña», equivalente al término latino Torquatus, que haría referencia a un tipo de adorno característico de los guerreros célticos. También puede provenir del ibérico «viria», equivalente también a Torquatus y que significaba «pulsera» o «brazalete», en definitiva, un ornamento. Se le ha llegado a considerar como «el terror de Roma».
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HÉROE
No quedando claro si la procedencia geográfica del líder lusitano se correspondía al actual territorio de Portugal o al de España. Hay autores que barajan la Beturia —suroeste peninsular, entre los cursos medios e inferiores de los ríos Guadiana y Guadalquivir— como posible origen de Viriato. Investigaciones marginales a caballo entre los siglos XIX y XX llegaron incluso a situar la zona de influencia de Viriato entre los ríos Ebro y Tajo: Anselmo Arenas López publicó en 1900 una obra titulada Viriato no fue portugués si no celtíbero en la que relaciona erróneamente a Viriato con la tribu de los lusones en lugar de la de los lusitanos, mientras que hacia 1926 M. Peris lo describe como un ibero valenciano. Un lugar supuestamente usado como refugio por Viriato habría sido el denominado Monte de Afrodita, que el historiador alemán Adolf Schulten situó en la actual sierra de San Vicente. En Portugal la opción tradicional —sostenida por Schulten— era la de que Viriato tenía su origen en los Montes Herminios, asociados a la actual Serra da Estrela, barajándose también que su procedencia estuviera circunscrita a los límites de la antigua provincia portuguesa de la Beira Alta. Sin embargo, más recientemente se ha propuesto su nacimiento en el sur del actual Portugal, junto al océano Atlántico, en la región del Alentejo. Existen autores que ponen en entredicho la pertinencia de Viriato a los lusitanos, en el sentido de que en aquel entonces el término lusitano pudiera englobar a otros pueblos, como a los célticos. El aviador militar y posterior académico Alfredo Kindelán, ante la duda sobre el origen de Viriato, sentenciaba en 1958 «Bien está donde está. Para mí, como para el ínclito Oliveira Martín, tanto monta Portugal como España».
En el siglo III a. C. Roma comenzó la conquista de Hispania durante la Segunda Guerra Púnica, cuando el Senado envió un ejército para bloquear la llegada de refuerzos a Aníbal, que estaba en Italia. La conquista duró doscientos años, y la Guerra Lusitana es una de las mejor documentadas de dicho periodo. La primera incursión de Roma seria en Lusitania tuvo lugar en el 185 a.C. Ante los constantes ataques de los ejércitos romanos a los lusitanos, con los que el pretor Marco Atilio Serrano había firmado un tratado de paz en 151 a.C. —que los lusitanos rompieron rápidamente—, una comitiva de estos —30 000 según las fuentes— acudió en son de paz ante Galba, el cual les prometió un reparto de tierras. Alegando tal propósito, los dividió en varios grupos y mató a traición a muchos de ellos —de 8000 a 9000 —, tras lo cual envió a los supervivientes a las Galias como esclavos, prisioneros que sumarían un total de 20 000 lusitanos. Entre los pocos lusitanos —unos 1000 — que consiguieron huir de la matanza se encontraba Viriato. Galba sería más tarde juzgado por el Senado de la República Romana pero resultaría absuelto.
LA GUERRA CONTRA ROMA
La pobreza de la tribu lusitana, unida a la afrenta sufrida por la masacre de Galba, hizo rebelarse a Viriato. En el año 147 a. C. Viriato y un contingente de lusitanos comandados por él decidieron hacer una incursión en la Turdetania, aunque serían cercados —en los alrededores de Urso— por el ejército de Cayo Vetilio, quien les ofreció una propuesta de paz que sería rechazada por Viriato debido al temor a un incumplimiento del pacto por parte de los romanos. Finalmente Viriato y los lusitanos lograron invertir la situación, al conseguir huir del cerco de Vetilio y emboscar a sus tropas supuestamente en el desfiladero del río Barbesuda, con lo cual lograron infligir 4000 bajas al ejército de Vetilio y derrotar al pretor. Un guerrero lusitano acabó con la vida de Vetilio al tomarlo por un soldado sin valor, ante la vejez y gordura del pretor. Esta derrota de Vetilio tendría lugar cerca de la polis de Tribola y permitió el saqueo posterior de Carpetania por parte de los lusitanos, así como ataques a destacamentos romanos en el Guadiana y el Tajo, además de suponer el encumbramiento de Viriato como líder lusitano. En el año 146 a. C. Viriato consiguió nuevas victorias militares contra el pretor Plautio, en Carpetania, y el gobernador de la Citerior, Claudio Unimano. Se cita el año 146 a. C. como la fecha en la que Viriato supuestamente habría atacado la ciudad de Segobriga, identificada por Schulten en el yacimiento de Cabeza del Griego, cerca de la actual Saelices (Cuenca). Apiano afirma que el guerrero, tras vencer a Gayo Plaucio, se retiró a un monte llamado de Venus, al que había acudido de nuevo tras batallar contra Quintias (App. Iberike, 66). Este cerro ha sido relacionado hoy en día con el cerro de San Vicente, en virtud a hallarse al norte del Tajo, al cultivo de olivos y a su carácter de atalaya natural. En el año 144 a. C. el cónsul Fabio Máximo consiguió la retirada de Viriato, el cual, sin embargo, siguió atacando a Roma los años posteriores, durante los cuales conquistaría la ciudad de Tucci —la actual Martos o bien Tejada la Vieja — y la región de la Bastetania. En el año 143 a .C. Viriato logró extender la revuelta a la Celtiberia con la participación de arévacos, tittos y bellos, ya que hasta entonces sólo habían tomado parte lusitanos y vetones, lo que dio inicio a la tercera guerra celtíbera. Durante las campañas posteriores Viriato venció a Cayo Plaucio cerca de Viseo, entre el Duero y el Mondego, a Claudio Unimano cerca de Ourique —tras lo cual, según Floro y Orosio, Viriato se haría con los estandartes romanos y decidiría colocarlos a modo de trofeo de guerra en lo alto de las montañas— y a Cayo Nigidio, gobernador de la Citerior. En el apogeo de estas campañas contra Roma, los lusitanos controlaban una gran parte de la Ulterior y el sur de la Citerior.
El año 145 a.C. supuso cierto punto de inflexión en el desarrollo de las guerras lusitanas, puesto que Roma, tras acabar la guerra contra Cartago, podría destinar más tropas y atención a la provincia de Hispania. Las fuerzas que trajo consigo Quinto Fabio Máximo Emiliano —que sustituyó a Cayo Plaucio, desterrado por sus fracasos militares—, quien instaló su centro de operaciones en la ciudad de Orsona, así como su experiencia militar ocasionaron la retirada de Viriato, con lo que tuvo que ceder las principales ciudades dominadas por los lusitanos en el sur de la península, tras lo cual se replegaron a la ciudad de Baikor —que Schulten relaciona con Baecula, la actual Bailén, aunque puede también asociarse con Baena— . Viriato sería hostigado asimismo desde el norte por Cayo Lelio el Sabio. Tras una serie de victorias posteriores de Viriato contra los ejércitos romanos, con continuas correrías y razzias lusitanas alrededor de 143 a.C. , los romanos enviaron al cónsul Quinto Fabio Máximo Serviliano con un número mayor de tropas y con elefantes —18 000 unidades de infantería, 1600 de caballería, 10 elefantes y 300 jinetes africanos— . Este empezaría liberando ciudades del sur de Hispania como Tucci, para continuar en persecución de Viriato hacia Lusitania —sufriendo también el ataque de los desertores Curio y Apuleyo—. Viriato terminó cercando a Serviliano en Erisana, con una incursión nocturna. En esta situación el caudillo forzará a Serviliano a firmar un acuerdo de paz en el 140 a. C., ratificado por el Senado romano. En este pacto —foedus— se otorgaba la independencia a las tierras de Lusitania poseídas por Viriato, los romanos reconocieron a Viriato como dux (jefe) de los lusitanos y le otorgaron el título de amigo del pueblo romano («amicus populi romani»). Las motivaciones de Viriato para firmar la paz con Serviliano podían obedecer a unas posibles pretensiones del caudillo de lograr convertirse en una especie de rey de una Lusitania independiente y en paz con Roma, así como al hartazgo de la guerra.
Este foedus con los lusitanos sería visto con malos ojos por otros generales romanos —deformem pacem —, por considerarlo una cesión inaceptable y vergonzosa ante Viriato, y Serviliano sería sustituido por su hermano Quinto Servilio Cepión, que reanudaría la guerra en la región previo permiso del Senado. Tras la llegada de Cepión, Viriato huyó de Erisana hacia la Carpetania. Cepión se adentra profundamente en Hispania en pos del caudillo, en territorios pertenecientes a las tribus de los vetones y los callaicos. Viriato tuvo que hacer frente también al hostigamiento por parte de las tropas de Marco Popilio Lenas desde la submeseta norte. En esta situación el líder lusitano se vio finalmente obligado a negociar con Roma, a través de Popilio Lenas, quien exigió a Viriato la entrega de desertores, así como de las armas, a lo cual este se negó, retirándose. Sin embargo, en el año 139 a.C. Viriato tuvo que volver a intentar pactar con Roma, esta vez directamente con Cepión. Según Apiano a los asesinos de Viriato —los ursaonenses Audax, Ditalcos y Minuros— Cepión les prometió la entrega de grandes riquezas, ventajas personales y tierras una vez perpetrado el crimen. Se contempla tanto la opción de que la iniciativa del asesinato partiera inicialmente de estos tres como la de que proviniera de Cepión, quien les habría sobornado tras acudir estos en calidad de embajadores, sin mala fe. Este hecho tendría lugar en el 139 o el 138 a. C. La leyenda cuenta que, al volver a su campamento después de la reunión con Cepión, estos lo mataron mientras dormía, clavándole un puñal en el cuello, puesto que Viriato siempre dormiría con la armadura puesta. A continuación estos marcharon al campamento romano a cobrar la recompensa, dónde Quinto Servilio Cepión les habría negado esta con la frase: «Roma traditoribus non praemiat», esto es, «Roma no paga a traidores». La historiografía posterior admite la posibilidad de que esta frase fuera una invención posterior. De cualquier modo transmite la idea de la versión tradicional que sostiene que los romanos nunca habían aprobado la muerte de un jefe rival a manos de sus propios hombres. También es posible que esta versión sobre la reacción de Roma ante el crimen fuera posterior y la República romana quisiera ocultar el hecho de ser responsable de tal traicionero asesinato.
ESTE LIBRO ESTÁ DEDICADO AL ESCLAVO QUE CONSUMIÓ SU VIDA EN EL OLVIDO, AL SOLDADO DESCONOCIDO MUERTO POR LA AMBICIÓN DE SU GENERAL, PERO ANTE TODO Y SOBRE TODO, ESTE LIBRO ESTÁ DEDICADO A AQUELLOS QUE DIERON SU VIDA EN DEFENSA DE SU LIBERTAD SIN IMPORTAR LA ÉPOCA, EL LUGAR Y EL PRECIO.
LA RESISTENCIA NUMANTINA
Se conoce como Guerra Numantina (De Bellum Numantinum en la Historia romana de Apiano) al último conflicto que tuvo lugar entre la República romana y las tribus celtíberas que habitaban las inmediaciones del Ebro. Fue el último episodio de las guerras celtíberas. Esta contienda se resolvió tras veinte años de guerras intermitentes. La primera fase de la guerra se inició en el 154 a. C. debido a una revuelta de las tribus celtíberas del Duero. Esta primera fase finalizó en el 151 a. C., pero, en el 143 a. C. surgió de nuevo una insurrección en la ciudad de Numancia. La primera guerra fue contemporánea a la Guerra Lusitana que estalló en Hispania Ulterior. Los lusitanos fueron sometidos por Servio Sulpicio Galba, que asesinó a sus líderes haciéndoles creer que quería entablar negociaciones de paz y asesinándoles en plena conferencia mediante la decapitación.
Los arévacos de Hispania Citerior continuaron la guerra y se unieron a Viriato cuando este asumió el liderazgo de la rebelión lusitana. Tras el rebrote de las hostilidades en el 143 a. C., Roma envío a una serie de generales a la península ibérica para que se enfrentaran a los numantinos. En ese año, Quinto Cecilio Metelo Macedónico fracasó en su intento de tomar la ciudad, tenía 30 000 infantes y 2000 jinetes, que se estaba convirtiendo en un ícono de la resistencia en Iberia, pero sometió por completo a la tribu de los arévacos. Su sucesor, Quinto Pompeyo, un inepto según relatan sus contemporáneos, fue derrotado en diversas ocasiones por los numantinos y negoció en secreto un tratado de paz que aseguraba la permanencia de la ciudad. Ya en el 138 a. C. llegó un nuevo general, Marco Popilio Lenate.
Cuando los numantinos quisieron hacer prevalecer el tratado que había firmado Quinto Pompeyo, Laenas dijo que no reconocía ningún tratado que no hubiera sido firmado por el Senado romano. Roma decidió por consiguiente ignorar el tratado de paz de Quinto Pompeyo y envío a Cayo Hostilio Mancino con 40 000 hombres (la mitad auxiliares locales) para que continuara la guerra (136 a. C.). Mancino asaltó la ciudad pero fue repelido en diversas ocasiones por los 4000 guerreros defensores. Tras sus derrotas, los romanos comandados por Mancino fueron rodeados y Mancino fue obligado a aceptar el tratado. El Senado tampoco ratificó este tratado. Los sucesores de Mancino, Lucio Furio Filo y Quinto Calpurnio Pisón continuaron la lucha contra Numancia. En el 134 a. C., el cónsul Publio Cornelio Escipión Emiliano fue enviado a Hispania Citerior para que terminara de una vez con la guerra. Escipión Emiliano reclutó a un ejército de 20 000 hombres, más 40 000 auxiliares entre los que se contaba caballería númida cedida por Jugurta y un gran número de aliados locales, en total unos 60 000 soldados. Escipión construyó un sistema de siete fortificaciones que rodeaban la ciudad antes de iniciar el sitio. Tras sufrir peste y hambruna la ciudad se rindió finalmente, aunque la mayoría de sus habitantes se suicidaron antes de entregarse. La gran victoria sobre Numancia trajo una era de paz a Hispania, paz que se mantuvo hasta el inicio de la Guerra de Sertorio.