Mont Saint-Michel; Algunas tribus célticas ocuparon el bosque de Scissy en los alrededores del monte Saint-Michel y se acercaban a él para entregarse a sus cultos druídicos. Según el abad Gil Deric, historiador bretón del siglo XVIII, el peñasco fue dedicado bajo el nombre de «Mi vel Tumba Beneni», «Monte o Tumba de Belenus», el dios galo del sol. En estos tiempos ya existía un gran megalito, y los galos emplazaron un cementerio a su alrededor.
Los romanos lo denominaron Puerto Hércules y con su llegada provocaron la construcción de vías romanas que surcaban la Armórica, y una de ellas, que unía Dolo con Fanarfmers, pasaba al oeste de Mons Belonus; sin embargo, debió de resultar desplazada hacia el este con la invasión del mar, que acabó por hacerla desaparecer, uniéndose con la vía que pasa por Avranches.
El cristianismo hizo su aparición en Armórica hacia el siglo IV. El primer oratorio, dedicado a San Esteban, fue elevado a media altura en el monte Tumba. Luego el segundo, en honor de San Sinforiano (el primer mártir de las Varas), se erigió al pie del peñasco, en estilo merovingio. Unos ermitaños velaban sobre los lugares y eran abastecidos por el cura de Astériac (Beauvoir).
Los orígenes de la abadía actual deben situarse en torno a los siglos VIII o IX. A petición del arcángel Miguel, el obispo de Avranches, san Aubert, construyó y consagró una primera iglesia el 16 de octubre del año 709. En 966, a petición del duque de Normandía, una comunidad de benedictinos se establece en el peñón. Durante ocho siglos no paran de construir, agrandar.
Obra maestra de la arquitectura, permite al hombre del siglo XX meditar en la cripta prerromana, admirar en ella la potencia y majestad del arte romano y dejarse llevar por la belleza de las partes góticas.
El reinado de Carlomagno aportó a Neustria una era de estabilidad, que terminó con la muerte del emperador, dando lugar a un período de anarquía y de grandes desórdenes, particularmente con las invasiones de los normandos, especialmente Rollón, que devastó la región en 875. El tratado de Saint-Clair-sur-Epte (912) le dio a Rollón la legitimidad, elevándolo en calidad de conde de Ruan, con la condición de convertirse al cristianismo. Tras este hecho, reparó el mal que había causado en el momento de sus pillajes y compensó ricamente a los monjes que había ahuyentado.
Su hijo, Guillermo “Longue-Épée”, le sucedió en 917 y fue igual de generoso con los monasterios, hasta su asesinato en 942. Su nieto, Ricardo I “Sin Miedo”, se indignó en el momento de sus peregrinaciones frecuentes al Monte por la pasividad de los canónigos que delegaban su culto a pasantes asalariados. Obtuvo entonces del papa Juan XIII un permiso a través del cual se consagró en la autoridad para poner orden.
En los subterráneos de la abadía se han encontrado restos megalíticos de los celtas. En el siglo XI sólo había una cincuentena de monjes, que son los encargados de construir albergues para los peregrinos.
En 1204, guerreros bretones dirigidos por Guido de Thouars incendiaron el Monte Saint-Michel. El rey Felipe II Augusto dio una buena cantidad de dinero para la reconstrucción del monasterio. El nuevo monasterio de la Maravilla fue terminado en 1228 en estilo normando. En el siglo XIII, las luchas entre bretones, normandos e ingleses provocaron la destrucción de los albergues, lo que da lugar a que se fortifique el enclave para que no vuelva a ocurrir. Se mantuvo inexpugnable, ya que los ingleses no pudieron conquistarla a pesar de sus continuos ataques. El estilo gótico flamígero prolifera en las construcciones de esta época. Hay una crisis económica y la abadía entra en ruina.
En 1622 miembros de la heterodoxa congregación de San Mauro hacen renacer el enclave gracias a sus reconstrucciones, que dan como consecuencia que vuelva a haber peregrinaciones. Los miembros de grupos esotéricos dedicados a la alquimia y a los avances científicos se reúnen aquí. La casa real francesa vuelve a abandonar el lugar a causa de la recomendación de los más conservadores de la Iglesia. Sólo se encontraban una docena de monjes y muchos edificios amenazaban ruina.
En 1791, los últimos benedictinos dejan la abadía a consecuencia de la Revolución francesa. Se hace entonces una prisión donde son encarcelados, desde 1793, más de trescientos sacerdotes que niegan la nueva constitución civil del clero. Un dispositivo de telégrafo óptico (sistema de Chappe) estuvo instalado sobre la cumbre del campanario en 1794, haciendo así del Monte Saint-Michel un eslabón de la línea telegráfica París-Brest.
En 1817, en respuesta a las numerosas modificaciones efectuadas por la administración penitenciaria, se procede a la demolición de la hostería edificada por Robert de Torigni. Viollet-le-Duc visitó el monte en 1835. Después de la detención de los socialistas (Martín Bernard, Armand Barbès y Auguste Blanqui) en el Monte, varios artistas, entre ellos Víctor Hugo, denuncian la abadía-prisión pidiendo su cierre inmediato. Por fin, la prisión fue cerrada en 1863 en respuesta a un decreto imperial de Napoleón III.
Abadía del Monte Saint-Michel
La primera mención a la abadía se encuentra en un escrito en latín del siglo IX, el Revelatio ecclesiae sancti Michaelis in monte Tumba, redactados por un canónigo que vivía en el monte Saint-Michel o en la catedral de Saint-André de Avranches. Este texto fue escrito en una época de luchas de poder entre Bretaña y el condado de Normandía contra el reino de los francos, a la par que se llevaban a cabo reformas de las leyes canónicas por parte de los emperadores carolingios.
Con la llegada del cristianismo a la región, alrededor del siglo IV, Mont Tombe entró a formar parte de la diócesis de Avranches, cuyos límites se corresponden con el antiguo territorio de los abrincates. A mediados del siglo VI, el cristianismo se implantó realmente en la bahía y Mont Tombe pasó a ser un lugar que ofrecía refugio a eremitas (probablemente monjes celtas) a quienes suministraba provisiones el curato de Astériac, que llevaba una vida contemplativa en torno a diversos oratorios y que cuidaba la zona. Los eremitas san Pair y san Seubilion fundaron un oratorio en el monte dedicado al primer mártir cristiano, san Esteban, y otro en honor al primer mártir de Autun, san Sinforiano, levantado al pie de Mont Tombe.
En 710, Mont Tombe fue renombrado como «Mons Sancti Michaelis en periculo maris» cuando el obispo de Avranches Auberto construyó un oratorio dedicado a san Miguel Arcángel un par de años antes. De acuerdo con la leyenda, san Miguel se le apareció hasta por tres veces a Auberto en sueños mientras dormía, con el encargo de erigir un oratorio en Mont Tombe. El arcángel habría dejado las huellas de su dedo en el cráneo de Auberto. Este cráneo se encuentra en la basílica de Saint-Gervais de Avranches mostrando las marcas como estigmas en él. La construcción debía ser una réplica del santuario de San Michele Arcangelo del siglo V situado en Italia, de acuerdo a los requerimientos del ángel. Auberto utilizó las piedras de una estructura de culto pagano que se encontraba en Mont Tombe y con ellas construyó en el mismo emplazamiento un santuario circular. Alrededor del año 708, el obispo Auberto envió dos monjes al santuario italiano del monte Gargano a por reliquias del arcángel: una roca con la impronta de la huella de su pie y un trozo del tejido del altar que había consagrado. Durante esta misión, en marzo de 709, tuvo lugar supuestamente un maremoton. 26que inundó y abnegó el bosque de Scissy que rodeaba al monte, convirtiéndolo en una isla. El 16 de octubre del mismo año, el obispo consagró al culto el santuario e instaló doce canónigos en el lugar, todo ello según la tradición cristiana.
Las primeras pequeñas edificaciones pronto fueron insuficientes y en la época carolingia se levantaron edificios de mayores dimensiones, en torno a las cuales se distribuyeron las celdas individuales de los religiosos. Carlomagno escogió al arcángel san Miguel como protector de su imperio en el siglo noveno y trató de renombrar el lugar como «Mont-Saint-Michel», pero durante toda la Edad Media se le siguió llamando «Mons Sancti Michaelis en periculo maris», en alusión a Tombelaine.
Los restos del oratorio fueron encontrados en la capilla de Notre-Dame-Sous-Terre. Albergaba a su vez la tumba de Auberto y probablemente las reliquias traídas de Gargano. La capilla se encuentra bajo la nave de la iglesia de la abadía.
Durante el primer siglo tras su instalación en el monte, los canónigos demostraron su fidelidad a la misión encomendada y convirtieron el lugar en centro de estudio, oración y peregrinación, favorecidos por la época de estabilidad que conocía la neustria durante el mandato de Carlomagno, mientras el resto de la Galia sufría las invasiones bárbaras. Tras la muerte del emperador, aprovechando la desunión existente entre sus hijos, se sucedieron redadas e incursiones vikingas en la zona y finalmente llegaron al monte en 847; los monjes abandonaron el lugar.