El fascinus o fascinum, personificación del falo divino en la magia y religión de la Antigua Roma.
La palabra puede referirse también a la propia deidad Fascino (Fascinus), a efigies y amuletos del falo y a hechizos utilizados para invocar su divina protección.
Plinio el Viejo lo llama un medicus invidiae, un «doctor» o remedio para la envidia (invidia) o el mal de ojo.
Durante Religión pública
Las vírgenes vestales guardaban el culto al fascinus populi Romani -la sagrada imagen del falo-, que era uno de los símbolos de seguridad del estado (sacra Romana). Se asocia así con el Paladio. Mitos romanos, como el engendramiento de Servio Tulio, sugieren que este falo fue una encarnación de un poder generativo masculino localizado en el hogar, considerado como sagrado. Cuando un general celebraba un triunfo, las vestales colgaban una efigie del fascinus en la parte inferior de su carro para protegerlo de la invidia.
Agustín de Hipona, cuya fuente principal sobre religión romana fueron las obras teológicas perdidas de Marco Terencio Varrón, señalaba que una imagen fálica era llevada en procesión cada año en la fiesta del Liber Pater, el dios romano identificado con Dioniso o Baco, con el fin de proteger los campos de la compulsión mágica del fascinatio (encantamiento, embrujo, hechizo).
En la cúspide del paganismo y mucho antes de la ciencia dura los romanos optaban por soluciones más creativas y variadas para combatir las enfermedades, algunas de las cuales parecían ser completamente misteriosas. Una solución que ha documentado el blog Atlas Obscura es el uso de amuletos de penes gigantes voladores, los cuales eran usados frecuentemente con campanas y sonajas –el pene volador se hacía sonar en el viento– como un recurso apotropaico.
Un poderoso símbolo mágico
Por su poder apotropaico, una representación gráfica del poder del fascinus para alejar el mal de ojo se encuentra en un mosaico romano que representa un falo eyaculando en un ojo sin cuerpo. El motivo también es conocido en múltiples relieves de Leptis Magna en la actual Libia. Una figurilla de terracota del siglo I a. C. muestra «dos pequeños falos serrando un globo del ojo por la mitad».
Los amuletos fálicos, a menudo alados, fueron omnipresentes en la cultura romana, desde joyas a campanas y de campanillas a lámparas. El fascinus fue pensado especialmente para alejar el mal de los niños ( principalmente muchachos) y de los generales que habían obtenido victorias. Plinio señala la costumbre de colgar un amuleto fálico en el cuello de un bebé, y también se han encontrado ejemplos de anillos que llevan falos, demasiado pequeños para ser llevados por otros que no fuesen niños.
El «amuleto del puño y el falo» era frecuente entre los soldados. Eran colgantes fálicos con la representación de un puño (generalmente) cerrado en la parte inferior del eje, en dirección opuesta al glande. Varios ejemplos muestran el puño haciendo el manus fica o «figa», símbolo de buena suerte. La mayor colección conocida viene de Camulodunum.
Estas figuras eran llamadas fascinum o penes divinos, usados para evitar el mal de ojo, entre otras cosas. Diversos historiadores explican el poder simbólico y mágico de los amuletos fálicos argumentado que tenían que ver con la fertilidad –esta es una especie de reduccionismo que se encuentra frecuentemente en la antropología y la mitología, donde todo tiene que ver con la fertilidad. Los amuletos también eran utilizados por los niños, ya que éstos eran especialmente vulnerables a las enfermedades; de hecho, el dios fálico Fascinus era el protector de los niños. Plinio el Viejo nos da una clave sobre el simbolismo de los fascinum: «Es la imagen de esta divinidad la cual está adherida al carro triunfal del general victorioso, protegiéndolo, como un médico atento, en contra de los efectos de la envidia». El falo es un símbolo de la victoria, de la vida en sí misma que conquista.
Los romanos y los griegos son algunos entre muchos otros pueblos que han divinizado y utilizado el falo como un símbolo mágico-religioso; quizás el ejemplo más abundante es el falo de Shiva, el Shiva-lingam.
El Origen
La etimología de la palabra fascinus se ha disputado desde la antigüedad: Aulo Gelio citado por Cloatio Vero, la deriva del griego βασκανία, lo que «calumnia», pero también significa «encantamiento o hechizo». En consecuencia βασκάνιον es un remedio contra el encantamiento.
El término fascinum significa «magia» o «encantamiento», pero algunos historiadores notan la semejanza con el término «bascanum» o «bascinare«, que significa el pene erecto. Se ha sugerido que nuestra palabra «fascinación» tiene este doble origen de falo y magia, lo cual explica la fascinación que existe en nuestra cultura por el falo. Pascal Quignard sugiere que existe una fascinación connatural por lo fálico; el ser humano es el resultado de un acto creativo que no presenció, del cual el falo es la directa representación. Esta curiosidad por el propio origen desconocido se erige en el falo, de aquí la fascinación.
Ahora bien, si el poder de la fertilidad y la victoria está en el falo, ciertamente también lo está en la vagina y en las representaciones femeninas como las Venus de amplias caderas o los yonis de Shakti, por lo cual podríamos también, para ser incluyentes y abarcar todo el espectro apotropaico, servirnos de vaginas subterráneas, de cuevas y cuencos protectores para sintonizar la medicina y la sanación de la Tierra.
Cátulo lo utiliza como verbo al final de Carmen 7, un poema endecasílabo que manda a su amante Lesbia, donde expresa su infinito deseo de besos que no se pueden contar por aquellos «fascinados» (bajo un hechizo) por una lengua maliciosa. Tal gozo, como también en Carmen, potencialmente atrae la envidia.
Los versos fescenninos, canciones satíricas y, a menudo, lascivas o cantos realizados en diversos eventos sociales, pueden haber sido llamados así, por su derivación del fascinum. Fuentes antiguas proponen esta etimología, junto a otro posible origen derivado de Fescennia, un pequeño pueblo de Etruria.