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El misterioso asesinato de Rasputín; Un Místico en la corte del los Zares

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¿Quién era Grigori Rasputín?

Grigori Yefímovich Rasputín  fue un místico ruso con una gran influencia en los últimos días de la dinastía Romanov. Rasputín es la transcripción al español procedente de la francesa, aunque más acorde con la pronunciación en ruso es la forma Rasputin. También fue conocido como «el Monje Loco». En su lugar de origen pretendía darse una apariencia de Jesucristo y tenía fama de sanador mediante el rezo, razón por la cual, y gracias a una amiga de la zarina llamada Anna Výrubova, en 1905 fue llamado al palacio de los zares para cortar una hemorragia de su hijo y heredero Alekséi Nikoláyevich Románov, que padecía de hemofilia. El zarévich efectivamente mejoró —algunos investigadores sostienen que fue mediante hipnosis— y la familia Romanov, especialmente la zarina Alejandra, cayó bajo la influencia de este controvertido personaje.

Rasputín no solo se ganó el favor de la familia real, sino que también buena parte de la aristocracia se rindió a él. Esto se debió sobre todo a su carisma personal. En la medida en que el carisma pueda explicarse, el suyo era producto de los siguientes factores: una mirada muy fija y penetrante (era de pelo castaño pero de ojos azules muy claros); un verbo fácil y muy ambiguo (alguien dijo que sus frases nunca constaban de «sujeto, verbo y predicado», sino que siempre faltaba algún elemento) que parecía el de un oráculo; un gran atractivo para con las mujeres basado, además de en su físico y en su intuición, en su conocimiento de las Escrituras y en cierta tradición religiosa rusa que seguía prácticas orgiásticas como camino a Dios. Finalmente, la época de Rasputín era de romanticismo filoeslavo, y él, ruso de la profunda Siberia, recriminaba a los nobles, muy emparentados con la aristocracia europea (sobre todo con la alemana): «No tenéis una sola gota de sangre rusa». Sin embargo, fue muy atacado por aquellos cortesanos y nobles que se sintieron amenazados en sus intereses y propagaron rumores que sirvieron de alimento para los revolucionarios enemigos del régimen zarista. El zar solo lo toleraba en la medida que la zarina lo aceptara, aunque no había decisión del zar que no pasara por la supervisión de Rasputín. Durante la Primera Guerra Mundial fue acusado de ser un espía alemán y de influir políticamente en la zarina, que era de ascendencia alemana, en sus nombramientos ministeriales cuando el zar estuvo ausente por la guerra. Este hecho fue desastroso para la permanencia del régimen zarista.

Considerado amigo íntimo del zarévich Alexéi Nikoláievich y su «médico» personal, ya que este le proporcionaba una especie de «hipnosis curativa» y le ofrecía la seguridad que su sobreprotectora madre no podía ofrecerle, el futuro de la dinastía Románov estaba en sus manos. Si él no salvaba de la muerte al hemofílico zarévich la especulación sobre el heredero al trono quedaba abierta. Gracias a esas aparentemente milagrosas curaciones la zarina Alejandra confió ciegamente en el curandero, ya que las pruebas de sanación que le producía a su hijo eran inexplicables. Confió también en los vaticinios del monje sobre los destinos de la santa Rusia, a la cual veía Rasputín en sus visiones «envuelta en una nube negra e inmersa en un profundo y doloroso mar de lágrimas».

La Conjura y el Asesinato

La muerte del místico y monje ruso Grigori Rasputín acaecida el 17 de diciembre./ 30 de diciembre de 1916, fue causa de un asesinato obra de varios miembros de la nobleza rusa, dirigidos por el príncipe Félix Yusúpov. A pesar de lo fácil que se pensaba en un principio la ejecución del plan, se tornó mucho más complicado de lo previsto, y fueron necesarios varios intentos de asesinato en la misma noche para, finalmente, eliminarlo.

Este monje singuar era, originario de Tobolsk perteneció a una familia de campesinos y fue reconocido por su carácter rebelde y disoluto desde la infancia. A los 18 años se unió los jlystý o flagelantes, secta rechazada por la Iglesia ortodoxa rusa, quienes profesaban la necesidad del dolor para poder alcanzar la reconciliación con Dios y ganar así el cielo. Reconocido como místico por la burguesía rusa llegó a brindar sus servicios a la zarina Alejandra Fiódorovna Románova, ganando su entera confianza y consecuentemente el favor del zar Nicolás II de Rusia gracias a la recuperación que proporcionaba al zarévich Alexis Nikoláyevich de un padecimiento congénito causante de porfiria o hemofilia, lo que para la zarina debió ser milagroso, siendo esto motivo para una supuesta relación amorosa entre la zarina y Rasputín. Su cercana relación con la Zarina y su notable influencia en las decisiones de estado causaron el disgusto de la clase noble, lo que motivó la conspiración y sucesivamente el atentado y muerte de Rasputín.

El plan

Yusúpov acordó con los demás conspiradores que el 29 de diciembre de ese mismo año (1916) Rasputín sería asesinado. Decidieron matarlo en el palacio de Yusúpov, el palacio Moika en Petrogrado. Poco antes de su muerte, Rasputín escribió a la zarina diciendo que esperaba una muerte violenta, probablemente por parte de la nobleza. Y aseguraba que si él moría, los zares harían lo mismo en el plazo de dos años. Esto, en parte, fue cierto, pues el zarismo cayó dos años después con la revolución bolchevique.

El hecho de que Rasputín esperase su muerte como un asesinato por parte de las personas más importantes del país hacía que fuese importante un buen argumento para que acudiese a palacio. La princesa Irina era muy codiciada por Rasputín: no la conocía en persona, pero sabía de su belleza y de sus amplias riquezas. Esta princesa estaba casada con Yusúpov, el cual era conocedor de los sentimientos del místico hacia su mujer, por lo que ella sería un perfecto señuelo. Irina no estaba en el palacio Moika el día del asesinato (ni siquiera estaba en Rusia), pero Yusúpov le hizo creer a Rasputín que sí. Yusúpov invitó a Rasputín a una fiesta en su palacio para que conociese a Irina. Este aceptó sin pensarlo y fue al palacio, donde lo esperaban sus asesinos.

Aunque hay diversas dudas y lagunas sobre la muerte de Rasputín una vez llegó a palacio, las fuentes dicen que todo sucedió de esta manera.

Yusúpov hizo un enorme banquete de pastas y vino en los sótanos del palacio. Pero todo ello tenía un veneno muy potente: cianuro. Estaba en dosis más que letales para matar a un hombre. Rasputín no paraba de preguntar por Irina al llegar al Palacio Moika, recibiendo por respuesta de parte de Yusúpov que estaba retocándose. El conspirador ofreció varias copas de vino (sin envenenar) al místico y luego le dio las pastas envenenadas. Rasputín experimentó una leve reacción, pero luego siguió comiendo tranquilamente.

Los contratiempos…

Rasputín, en vez de encontrarse cada vez peor, cogió una guitarra y tocó y cantó temas del folclore ruso. Yusúpov tuvo que estar una hora haciendo lo mismo que él para disimular. Al final, el conspirador dijo que subía para «hablar con Irina». En realidad, fue a hablar con Purishkévich, que estaba en el piso de arriba. Yusúpov estaba completamente desesperado y pensó en abortar el plan. Empezó a creer que Rasputín era inmortal, como decían muchos mitos rusos. Pero Purishkévich lo animó para que le disparase con su pistola por la espalda, sabiendo que no habría otra oportunidad.

Yusúpov baja al sótano con su pistola Browning y dispara varias veces a Rasputín mientras miraba un crucifijo de plata. Rasputín cae en teoría muerto. Piensan llevar el cadáver a su casa, para aparentar que el asesinato ocurrió allí. Yusúpov, que anteriormente se había ido del sótano, vuelve allí y examina el «cadáver». En ese momento, Rasputín agarra muy fuerte del hombro y maldice a Yusúpov, que llama gritando a Purishkévich. Este espera, con el arma cargada, a que Rasputín salga corriendo por la puerta del sótano para acribillarlo a balazos. Pero el místico se escapa por otra puerta que da al patio y corre para salvar su vida por la nieve. Purishkévich se da cuenta y le dispara tres veces. Dos de ellos fallan, pero un tercero le da en el hombro, haciendo que se gire y, finalmente, caiga. Purishkévich lo remata de un tiro en la cabeza.

Velan el supuesto cadáver hasta las cinco de la mañana. Convencidos de que ha muerto, deciden tirarlo a un agujero en el hielo del congelado río Neva, situado al lado del palacio, desde el puente Bolshoi Petrovsky. Cuando se encuentra el cadáver y se realiza la autopsia, se descubren las verdaderas causas de la muerte: Rasputín murió por ahogamiento en el Neva. Ni el veneno ni las balas pudieron con él.

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